Un mes antes de las elecciones me encontraba en Camerún, en plena campaña electoral, donde los partidos minoritarios, con ajustados presupuestos, se esforzaban en introducir panfletos por las ventanillas de los coches en los peajes de carreta o llenar de eslóganes ciudades pequeñas. Frente a una potente campaña del RDPC, partido del re-electo presidente Paul Biya, que podía permitirse empapelar la capital del país con su omnipresente propaganda electoral. Sin embargo, a nivel de calle poca gente daba importancia a este periodo preelectoral, y mucho menos conforme nos acercábamos a la fecha de los comicios. Aunque, sí que hubo una evolución en las conversaciones que se escuchaban en todos lados. A tres semanas de las elecciones nadie confiaba en la posibilidad de un cambio real, ni ficticio; sabían que Paul Biya saldría reelegido, como otras veces. Pero a la semana y media todo el mundo remarcaba que nadie quería ninguna revuelta, ni guerrilla, que Camerún ha sido un país que siempre ha estado en paz y lo único que querían es poder buscarse la vida. Esta extraña sensación de gran estabilidad frágil se podía sentir entre la gente, en el día a día.
Pasó el 6 de Octubre y aparecieron multitud de protestas por parte del SDF, principal partido de la oposición, y los observadores internacionales, debido a la celebración de unas elecciones fraudulentas repletas de irregularidades; entre ellas la manipulación de papeletas y el derecho al voto que ejercieron numerosos difuntos, según denuncia John Fru Ndi, líder del SDF. Las semanas posteriores, dedicadas al recuento de votos antes de la proclamación del nuevo presidente, han estado marcadas por el recurso de anulación de las elecciones que presentaron seis candidatos de la oposición a la Corte Suprema, hasta que fue rechazado por parte de ésta a dos días de la proclamación de los resultados.
Por su parte, EEUU a través de su embajador en Camerún denunció “irregularidades a todos los niveles” nada más conocer el fallo de la Corte Suprema. Cabe destacar el titubeo por parte de Francia. Después de que su ministro de exteriores Alain Juppé, recién terminados los comicios, calificase de “aceptable” el trascurso de la jornada electoral, el portavoz Bernard Valero ha declarado que “numerosos fallos e irregularidades han sido constatadas” días después de la proclamación de Paul Biya como nuevo presidente de la República de Camerún.
La comunidad internacional pedía unas elecciones y aquí se han realizado, sin embargo en los pueblos la miseria y la falta de recursos obligan a la gente joven a emigrar a ciudades como Yaounde o Douala, en donde se hacinan en condiciones totalmente infrahumanas e insalubres en busca de un trabajo que difícilmente llega. Ya ha pasado una semana del fin del escrutinio y todo ha vuelto a una aparente normalidad, a un ciclo donde el futuro de los cameruneses es cada día más incierto.
Antonio Contreras