Hoy,
26 de octubre, me he levantado escuchando una noticia que me ha hecho
reflexionar, me ha hecho pensar, un poco más, una vez más.
Hoy, me he
levantado con las mismas noticias que ayer: las urgencias de un inminente rescate a nuestra
economía, una huelga de metro y EMT en Madrid que no parece tener fin, un
partido socialista que se ve a la deriva tras la derrota electoral en País
Vasco y Galicia. Una especie de
secuencia de la película “atrapados en el tiempo” en el que las noticias
parecen repetirse una y otra vez, una y otra vez.
Sin embargo el
suceso del naufragio esta madrugada de una lancha entre África y Europa me ha
hecho pensar nuestra capacidad de olvidarnos de aquello que no nos afecta
directamente, nuestra capacidad de mirarnos el ombligo y no ser capaces de
levantar la mirada un poco más allá.
Una embarcación con más de 60 inmigrantes ha naufragado, 17 de ellos están a
salvo, el resto van sumándose a una lista de fallecidos interminables en un
conteo constante, doloroso, anónimo.
Esto nos debería ayuda
a desdramatizar nuestros problemas.
África sigue siendo
un continente ignorado,
que sólo llama nuestra atención en forma de tragedia. Un continente que ha sido
explotado y del que el resto del mundo, de manera oportunista y egoísta, ha
decido desentenderse como el que tira a la basura un producto que se ha dejado
de funcionar y que es más fácil remplazar antes de intentar averiguar porqué no
funciona. Todo un continente con cerca de 900 millones de habitantes del que el
mundo desarrollado (por lo menso económicamente) con sus crisis, sus especulaciones, su dinero
virtual, ha decidido olvidar.
Occidente está en
crisis, una crisis que parece justificarnos para desentendernos de una África
pobre, una
tierra en la que los genocidio, el hambre y la corrupción tienen mucha menos
importancia que nuestros asesinatos, nuestros hambrientos y nuestros cadáveres.
Esto debería
ayudarnos a contextualizar nuestros niveles de prioridades.
edén
prometido, de camino a una Europa en
crisis, pero, que para mucho de los inmigrantes, después de pasar dos años esperando
y ahorrando para poder pagar un billete en una patera, sigue suponiendo la
tierra prometida, en ese momento no hay crisis para esos inmigrantes. Una tierra de la que nuestros propios hijos
y amigos huyen en busca de más oportunidades, porque, hay algo que es común a todos los seres humanos, el deseo
de un futuro mejor. Pero depende de quién lo desee, esas ansias tienen más o menos legitimidad, por lo menos, para
mí.
Y todo esto me
ayuda a construir mi propio nivel de prioridades
«Siempre
he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas
puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por
el que espero vivir y, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto
a morir». Nelson Mandela.
Redacción,
Luis Miguel Rupérez Díaz
Luismiguel.ruperez.diaz@gmail.com
Madrid,
viernes 26 de Octubre 2012